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El bueno del doctor Nacho Guillotin, fue un filántropo total e incomprendido.
Nacido en 1738. Hombre preocupado por los huérfanos, viudas y los ancianos abandonados. Fué un médico dedicado al alivio y consuelo de los males ajenos. Esos sentimientos le llevaron a mejorar los procedimientos, hasta entonces utilizados para aplicar la pena capital.
“Traidores; mirad y temblad; sólo dejará de funcionar cuando todos vosotros hayáis perdido la vida”.
Cabeza pegada al cuerpo. Los verdugos no mataban bien.
Y después de una fracasada ejecución, de aquí en adelante – oyó gritarle alguien al verdugo-, cuando tengas que practicar, tendrás que matar sin hacer sufrir.
Nacho Gullotin fue un hombre que quería ser útil a quienes se despedían de la vida.
¡Mi máquina os hará saltar la cabeza con un simple guiño!
Le gustó el invento a Luis XVI, que consistía en una especie de hacha triangular grande, embutida o incrustada entre dos trozos de madera. Una vez puesta la cabeza en el tajo, (de rodillas y con los ojos vendados), la cuerda se suelta, desciende rápido la cuchilla y separa en el acto la cabeza del tronco. Cayendo la cabeza por un lado y el cuerpo por otro.
Al famoso artefacto tendría como homenaje el llamarse “Luisita” o “La pequeña Luisa”

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