FUNDAMENTOS DE LA TEORIA DEL COLOR

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HISTORIA DEL COLOR

El color destaca su presencia cotidiana en todo lo que rodea al hombre, se prodiga tanto en los objetos de creación humana como en la naturaleza.

Desde las etapas más tempranas de la cultura humana el hombre hizo uso consciente y variado del color, lo aplicó sobre las superficies rocosas de las cavernas e incluso, sobre su propia piel. Los servicios que el color ha brindado recorren una amplia gama de funciones, desde cubrir la superficie de un objeto, hasta representar simbólicamente una idea o un concepto.

En todos los tiempos y pueblos de la tierra se ha evidenciado lo mucho que los colores han fijado la atención del hombre. El salvaje pinta su cuerpo y armas con los colores más vivos que tiene a mano, utiliza las plumas de más brillantes matices y se desvive por las piedras preciosas y metales relucientes. Todos los pueblos, desde las edades más remotas, han procurado una vez establecidos en una región adornar con colores apropiados sus templos y sus monumentos.

Hoy maravillan todavía los prodigios que en este arte decorativo realizaron los asirios y babilonios, y sobre todo los egipcios. Sorprende los numerosos productos colorantes que conocían y su habilísima manera de prepararlos para darles viveza, realce y hacerlos inalterables. Los egipcios conocían una técnica llamada de mordiente, a través de la cual conseguían teñir un tejido con matices diferentes empleando una misma materia colorante.

Muchos de estos secretos de la antigüedad se han perdido, y hoy día no se saben preparar muchísimos de los tintes que para la decoración de las piedras, mosaicos y tejidos usaron los antiguos, como no se conocen las maneras que tenían de preparar muchos de sus brillantísimos colores los antiguos mexicanos y peruanos.

Muchas de estas materias colorantes llegan a alcanzar una fama imperecedera, cual sucedió en la célebre púrpura de Tino, cuya verdadera preparación hoy se desconoce, se sabe únicamente que las había de varias especies y que procedían de materias colorantes suministradas por ciertos moluscos, es muy probable que entrasen también en la preparación algunas sustancias vegetales.

El número de productos colorantes que los antiguos conocían y preparaban eran, sí se han de crear ciertas relaciones, muy superior a los que actualmente se emplean, a pesar de los grandes progresos que las industrias ofrecen.

Los antiguos conocían también el empleo de lacas procedentes de materias colorantes de origen orgánico, circunstancia que probó de un modo indudable el célebre químico inglés Davy por el análisis de pinturas y adornos de antiguos monumentos romanos y pompeyanos. Hoeffer aseguró que los colores utilizados en los jeroglíficos que adornan las cajas de las momias egipcias son también de naturaleza orgánica.

Entre las materias colorantes más antiguamente empleadas figura el bermellón, el Minio del cual cita el químico Plinio dos especies, el hysginum que era probablemente la hierba pastel, el indicum o índigo [añil], la orchilla, citado por Teófrasto y cuyo uso no se conoció en la Europa Occidental hasta 1300 que la introdujo Federico Oricellai; los carbonatos y acetatos de cobre, el azul de Alejandría, que era también un ácido cuprido, la cochinilla, y con la cual obtenían los Griegos y árabes preciosos matices de escarlata, y que no fue conocida, sin embargo, por los europeos de occidente hasta la época de Carlos I de España.

El Arte decorativo egipcio cuenta por muchos centenarios de diversos productos colorantes que empleaban, muchos de los cuales conservaban los griegos, y más de 300.000 matices diferentes se dice que pueden distinguirse en los mosaicos romanos. El Arte Árabe ofrece ejemplares que solo pueden imitarse aproximadamente pero de ningún modo igualar en brillo y en fijeza. Pinturas pompeyanas existen donde se conservan prodigiosamente los colores.

Es de notar que de los colores que se utilizaron en la antigüedad, solo han podido llegar hasta nuestros días los referentes a la decoración de las piedras, de cerámica, etc. habiendo perdido los empleados en los vestidos, madera, etc. Los objetos de esta clase más antiguo que se conocen no se remontan a más de diez o doce siglos, pero ya se advierten, sin embargo en ellos notables diferencias con la actualidad.

El descubrimiento de América y las mayores facilidades para la comunicación con las indias orientales dieron a Europa muchas materias colorantes, especialmente de origen vegetal. En el siglo XVI se descubrió el azul cobalto, en el siglo XVIII el azul Prusia, y por último en el siglo XIX los materiales colorantes llamados artificiales, derivados del alquitrán de la hulla que superan en riqueza y brillantes de matices a todos los conocidos anteriormente. En el siglo XX con el adelanto de la ciencia y la técnica se han descubierto nuevos colorantes resistentes al agua y al medio ambiente utilizado en técnicas como el óleo, la acuarela, el guache, y el acrílico descubierto en los finales de la primera mitad del siglo XX y otro materiales plásticos y sintéticos que ayudan a la creación y ejecución de las diferentes obras por parte de los artistas.

Difícil es poder decir los medios empleados por los antiguos para sus pinturas a simple vista sin un análisis científico de la obra. En la antigüedad los términos artes y ciencia se veían como dos términos opuestos en la actualidad se estrechan para vincularse y utilizar la ciencia al servicio del arte. Técnicas como la prueba del alcohol, la aguja hipodérmica, los rayos x, rayos infrarrojos y el micro fluorescencia x permiten descubrir, circunscribir y fotografiar las restauraciones, investigar las técnicas del artista y su época, no solo para analizar los materiales sino captar la característica de su envejecimiento.

En las pinturas góticas de una finura extremada, nunca se encuentran las huellas del pincel; muy al contrario, los retablos presentan siempre una superficie tersa y lisa que parece un esmalte. Esto viene a probar que no empleaban los pintores artista de aquellos siglos el aceite de linaza fresco y fluido, como hoy se emplea, sino que ante era espesado, ya por medio de mezclas resinosas, ya por una cocción análoga a lo que se verifica en el siglo XIX para preparar los aceites para las tintas de imprentas. Los pigmentos de los cuadros de cinco siglos anteriores al actual se ven hoy inalterables y brillantes, debido, al cuidado que tenían en escoger los materiales colorantes puros y los aceites en su grado extremo de pureza, sino también a los barnices con que cubrían los retablos y telas, no es de extrañar que tal cuidado tuviera en elección de los materiales pictóricos cuando preferían a la tela la madera de roble o peral bien escogida y preparada de antemano. Los antiguos casi nunca mezclaban colores heterogéneos por el temor de que se alterasen al contacto uno con otro. Solo por necesidad extrema sé veían obligados a hacer algunas mezclas.

En las antiguas pinturas y entre estas las mejores se notan siempre una diferencia con las modernas, y es que el grueso de color es casi inapreciable, cuando en estos días la pintura llega a formar sobre la tela algunos milímetros de espesor. Esto exigía o una gran habilidad del pintor, que de una vez debían dejar ya las tintas en el estado deseado, o bien una preparación previa del cuadro por medio de un lavado con los colores a la acuarela.

LAS RAZAS EVOLUCIONARIAS DE COLOR

Ésta es la historia de las razas evolucionarias hace casi un millón de años, a través de los tiempos hasta el final del período glacial.

LOS ABORÍGENES

Dentro del ciclo evolucionario, el hombre primitivo apareció por primera vez en la tierra hace un poco menos de un millón de años, y ahí tuvo una experiencia vigorosa. Instintivamente, procuró evadir el peligro de juntarse con las tribus símicas inferiores. Pero no pudo emigrar hacia el este, debido a las áridas elevaciones terrestres del Tíbet, a más de 9.000 metros sobre el nivel del mar; tampoco pudo desplazarse hacia el sur ni el oeste, debido al Mar Mediterráneo que había cobrado dimensiones más amplias que las de hoy día, extendiéndose hacia el este hasta el Océano Índico; y al dirigirse hacia el norte se encontró con el hielo que venía avanzando. Pero aun cuando el hielo les impidió progresar más en su migración hacia el norte, y a pesar de volverse las tribus cada vez más hostiles a medida que se dispersaban, jamás se les ocurrió a los grupos más inteligentes trasladarse al sur para vivir entre sus primos peludos de intelecto inferior que moraban en los árboles.

Muchas de las emociones religiosas primitivas del hombre surgieron de su sensación de impotencia en el medio ambiente confinado de dicha situación geográfica —montañas a la derecha, agua a la izquierda y hielo por delante.

Estos seres evitaban los bosques, a diferencia de sus parientes no humanos que preferían este hábitat. El hombre siempre ha decaído en los bosques; la evolución humana ha hecho progresos únicamente en el descampado y en latitudes más septentrionales. El frío y el hambre propios de los espacios abiertos incitan a la acción, la invención y el ingenio. Mientras estas tribus desarrollaban a los pioneros de la raza humana actual en medio de las penurias y privaciones de estos duros climas septentrionales, sus primos atrasados se deleitaban en los bosques tropicales meridionales de la tierra de su primitivo origen común.

Estos sucesos ocurrieron durante los tiempos del tercer glacial, considerado el primero por los geólogos. Los dos primeros glaciares no fueron extensos en Europa septentrional.

LOS PUEBLOS

Hace 900.000 años, en estos tiempos llegaron a Inglaterra, provenientes de Francia meridional grandes grupos de mestizos inferiores. Tan cruzadas estaban estas tribus con las criaturas simiescas del bosque que casi no llegaban a ser humanas. No tenían ninguna religión, pero hacían trabajos toscos de piedra y contaban con suficiente inteligencia para encender el fuego.

En Europa estas tribus fueron seguidas por un pueblo prolífico y un tanto superior, cuyos descendientes se propagaron al poco tiempo por el continente entero, desde el hielo en el norte hasta los Alpes y el Mediterráneo en el sur. Estas tribus constituyen la llamada raza Heidelberg.

LAS TRIBUS

Además de los pueblos del oeste, persistía a duras penas otro centro de cultura en el este. Este grupo se ubicó en las estribaciones de las tierras altas del noroeste de la India.

Mientras las tribus del norte temían cada vez más al hielo, los que vivían cerca de la tierra de su origen llegaron a ser sobremanera temerosos del agua. Observaban que la península mesopotámica se iba hundiendo paulatinamente en el océano, y a pesar de que ésta emergiera varias veces, las tradiciones de estas razas primitivas giraron en torno a los peligros del mar y al temor de la sumersión periódica. Este temor, sumado a su experiencia con las inundaciones fluviales, explica por qué buscaron las tierras altas como emplazamiento seguro de residencia.

LAS RAZAS NEANDERTALES

Los neandertales fueron excelentes luchadores y viajaron por un vasto territorio. Se propagaron gradualmente, partiendo de las tierras altas en el noroeste de la India, hasta Francia en el oeste, China en el este, e incluso hasta el norte de África. Dominaron el mundo durante casi medio millón de años hasta los tiempos de la emigración de las razas evolutivas de color.

Hace 800.000 años pululaban los animales de caza; deambulaban por Europa muchas especies de ciervos, además de elefantes e hipopótamos. El ganado abundaba; por todas partes andaban los caballos y los lobos. Los neandertales fueron grandes cazadores, y las tribus de Francia adoptaron por primera vez la práctica de ofrecer a los mejores cazadores el privilegio de escoger a sus esposas entre las mujeres.

El reno les fue sumamente útil a estos pueblos neandertales, sirviendo de sustento, abrigo y herramientas, ya que se valían de la cornamenta y los huesos para usos varios. Tenían poca cultura, pero mejoraron el trabajo en piedra considerablemente, tanto que éste casi volvió al nivel de calidad. Volvieron a aparecer piedras grandes atadas a palos que servían de hachas y piquetas.

Hace 750.000 años ya había avanzado bastante hacia el sur la cuarta capa de hielo. Con sus utensilios mejorados los neandertales hacían agujeros en el hielo que cubría los ríos septentrionales, y así podían pescar con arpón los peces que se asomaban a estos respiraderos. Estas tribus constantemente se retiraban ante el hielo que avanzaba y que, en este momento, efectuaba su invasión más amplia de Europa.

En estos tiempos el glaciar siberiano iba llegando a su extremo austral, obligando al hombre primitivo a desplazarse hacia el sur, nuevamente hacia las tierras de su origen. No obstante, tanto se había diferenciado la especie humana que el peligro de ulteriores cruces con sus parientes simios retrógrados había disminuido considerablemente.

Hace 700.000 años empezó a retirarse el cuarto glaciar, el más grande de todos en Europa; hombres y animales volvían al norte. El clima era fresco y húmedo, y el hombre primitivo volvió a medrar en Europa y Asia occidental. Gradualmente se propagaron los bosques hacia el norte, sobre la tierra que tan recientemente había estado cubierta con el glaciar.

La fauna mamífera sufrió pocos cambios a causa del gran glaciar. Estos animales perduraron en esa estrecha franja de tierra que yacía entre el hielo y los Alpes; al retroceder el glaciar, volvieron a propagarse por toda Europa. Por el puente terrestre siciliano llegaron de África elefantes de colmillo recto, rinocerontes de hocico ancho, hienas y leones africanos; y estos nuevos animales prácticamente exterminaron a los tigres de dientes de sable y a los hipopótamos.

Hace 650.000 años se presenció la continuación del clima templado. Hacia mediados del período interglacial, había llegado a ser tan cálido que el hielo y la nieve de los Alpes casi llegaron a derretirse.

Hace 600.000 años el hielo había alcanzado su extremo septentrional de retroceso y, tras una pausa de unos miles de años, comenzó a dirigirse nuevamente hacia el sur por quinta vez. Pero el clima sufrió muy pocas modificaciones durante cincuenta mil años. En Europa, los hombres y los animales cambiaron muy poco. Se aminoró la aridez leve del período anterior y los glaciares alpinos descendieron a gran distancia por los valles de los ríos.

Hace 550.000 años el glaciar nuevamente en pleno avance empujó a hombres y animales hacia el sur. Pero, en esta ocasión el hombre disponía de mucho espacio dentro de la ancha franja de tierra que se extendía hacia el nordeste hasta el interior de Asia y que yacía entre la capa de hielo y el por entonces grandemente expandido Mar Negro, extensión del Mediterráneo.

Durante los tiempos de los glaciares cuarto y quinto se presenció la difusión ulterior de la tosca cultura de las razas neandertales. Pero hicieron tan pocos progresos que, en verdad, parecía que el intento de producir un tipo nuevo y modificado de vida inteligente estuviera a punto de fracasar. Durante casi un cuarto de millón de años estos pueblos primitivos continuaron cazando y peleando, mejorando esporádicamente en algunos campos, pero, en general, degenerando constantemente en comparación con sus antepasados superiores.

Durante esta edad de las tinieblas espirituales la cultura de la humanidad supersticiosa decayó hasta niveles ínfimos. En realidad los neandertales no tuvieron ninguna religión más allá de una superstición oprobiosa. Les causaban espanto las nubes, y aun más las brumas y nieblas. Se desarrolló, de forma gradual, una religión primitiva basada en el miedo a las fuerzas naturales; decayó, a la par, la adoración de los animales, a medida que el mejoramiento de las herramientas y la abundancia de animales de caza permitieron que esta gente se angustiara menos por el sustento. La recompensa sexual por las proezas de caza tendía a mejorar notablemente las técnicas de los cazadores. Esta nueva religión del miedo fue causa de intentos por aplacar las fuerzas invisibles que desencadenan los elementos naturales y culminó después en la realización de sacrificios humanos para apaciguar estas fuerzas desconocidas e invisibles. Esta horripilante práctica del sacrificio humano se ha venido perpetuando entre los pueblos más atrasados hasta el mismo siglo veinte.

A estos primeros neandertales no se les puede fácilmente cualificar de adoradores del sol. Más bien vivían con el temor de la oscuridad; les aterraba el anochecer. Mientras la luna resplandeciera, lograban salir adelante; pero en cuanto ésta se oscurecía, les asaltaba el pánico y sacrificaban a sus mejores especimenes masculinos y femeninos para conseguir que la luna volviese a brillar. Supieron muy pronto que el sol volvía con regularidad, pero conjeturaban que la luna volvía sólo si sacrificaban a otros de la tribu. A medida que avanzaba la raza, el objeto y el propósito del sacrificio cambiaron progresivamente, pero el sacrificio humano, como parte del ceremonial religioso, perduró por mucho tiempo.

EL ORIGEN DE LAS RAZAS DE COLOR

Hace 500.000 años las tribus de las tierras altas del noroeste de la India se involucraron en otra gran lucha racial. Durante más de cien años se libró esta guerra sin tregua y cuando la prolongada lucha llegó a su fin, sólo quedaban alrededor de cien familias.

LAS SEIS RAZAS

Las seis razas evolutivas de color van apareciendo una por una; el hombre rojo es el primero en evolucionar, y durante edades vaga por el mundo, antes de que aparezcan por primera vez las razas sucesivas de color.

1. El hombre rojo. Estos pueblos fueron especimenes extraordinarios de la raza humana. Constituyeron un grupo sumamente inteligente y fueron los primeros en desarrollar una civilización y gobierno tribal. Siempre fueron monógamos; incluso sus descendientes mestizos rara vez practicaban la poligamia. Más adelante tuvieron dificultades graves y prolongadas con sus hermanos amarillos en Asia. Los favoreció el hecho de haber inventado tempranamente el arco y la flecha; sin embargo, desafortunadamente habían heredado gran parte de la tendencia de sus antepasados a pelear entre sí, lo cual les debilitó de tal forma que las tribus amarillas pudieron expulsarlos del continente asiático.

Hace alrededor de 85,000 mil años los sobrevivientes comparativamente puros de la raza roja se trasladaron en su totalidad a Norteamérica. Poco tiempo después de eso, el istmo de tierra de Bering se hundió, y así quedaron aislados. Jamás volvió ningún hombre rojo al Asia. Al efectuar el hombre rojo la travesía hacia América, trajo consigo muchas de las enseñanzas y tradiciones de su origen primordial. Pero poco tiempo después de llegar a las Américas, el hombre rojo comenzó a perder de vista estas enseñanzas y hubo una gran decadencia de la cultura intelectual y espiritual. Al muy poco tiempo, esta gente comenzó a pelear entre sí nuevamente con tanta violencia que pareció que estas guerras tribales acabarían con la extinción veloz del resto de esta raza roja relativamente pura.

Después de cruzar a América desde China, el hombre rojo del norte no volvió a entrar en contacto con otras influencias del mundo (con excepción del esquimal) hasta ser descubierto más tarde por el hombre blanco. El hombre rojo no podía dominar al hombre blanco, y tampoco quiso servirle de buen grado. En tales circunstancias, si las dos razas no se mezclan, una u otra perece.

2. El hombre anaranjado. El rasgo destacado de esta raza fue su impulso particular en construir, en construir lo que fuera, incluso en amontonar vastas pilas de piedras sólo por ver cuál tribu podía construir la pila más alta.

La raza anaranjada fue la primera en bajar por la costa hacia el África a medida que el Mediterráneo se retiraba hacia el oeste. Pero no llegaron a arraigarse favorablemente en África y fueron finalmente exterminados por la raza verde que llegó más tarde.

La última gran lucha entre los hombres anaranjados y los verdes ocurrió en la región del valle del Nilo bajo, en Egipto. Esta prolongada batalla se libró durante casi cien años y al finalizar, muy pocos de la raza anaranjada quedaban vivos. Los restos arruinados de esta gente fueron absorbidos por los hombres verdes y por los índigos que aparecieron más tarde. Pero, en cuanto a raza, el hombre anaranjado cesó de existir hace alrededor de cien mil años.

3. El hombre amarillo. Las tribus amarillas primitivas fueron las primeras en abandonar la caza, establecer comunidades asentadas y desarrollar una vida hogareña basada en la agricultura. Como desarrollaron un espíritu fraternal, las distintas tribus aprendieron a convivir en paz relativa. Así pudieron expulsar a la raza roja con la cual se enfrentaron a medida que ésta iba expandiéndose en Asia.

La supervivencia de cantidades comparativamente mayores de la raza amarilla se debe a la paz que reinaba entre sus tribus.

4. El hombre verde. La raza verde fue de los grupos menos capaces del hombre primitivo y fueron considerablemente debilitados por extensas migraciones hacia distintos rumbos.

La raza verde se fraccionó en tres grupos principales: Las tribus del norte fueron subyugadas, esclavizadas y absorbidas por las razas amarilla y azul. El grupo oriental se amalgamó con los pueblos de la India de aquellos tiempos, y aún se encuentran algunos de sus rasgos entre ellos. El grupo meridional penetró en África y allí aniquilaron a sus primos anaranjados casi equivalentemente inferiores.

En muchos aspectos ambos grupos estaban igualmente dotados para esta lucha, puesto que ambos llevaban características del orden gigante, y medían muchos de sus jefes de dos metros cuarenta a dos metros setenta. Estas cepas gigantescas del hombre verde se encontraban en gran parte tan sólo en esta nación meridional o egipcia.

Los sobrevivientes de los hombres verdes victoriosos fueron absorbidos posteriormente por la raza índiga.

5. El hombre azul. Los hombres azules fueron un gran pueblo. No tardaron en inventar la lanza y posteriormente sentaron los fundamentos de muchas de las artes de la civilización moderna. El hombre azul tenía la capacidad cerebral del hombre rojo, combinada con el alma y sentimientos del hombre amarillo.

Dios bajo el nombre de «Jefe Supremo». Éste fue el adelanto más grande del hombre azul. Las investigaciones y exploraciones europeas de la vieja edad de la piedra suponen, en gran parte a la exhumación de herramientas, huesos y artesanías de estos hombres azules antiguos, pues perduraron en Europa hasta los tiempos recientes. Las llamadas razas blancas son los descendientes de estos hombres azules, modificados primero por un leve cruzamiento con la raza amarilla y la roja, y más adelante, considerablemente mejoradas al asimilar la mayor parte de la raza violeta.

6. La raza índiga. Tal como los hombres rojos eran los más avanzados entre los pueblos, los hombres negros fueron los menos progresistas. Fueron los últimos en emigrar de sus tierras altas natales. Se trasladaron a África, apoderándose del continente, y desde entonces han permanecido allí, salvo cuando, a través de las edades, fueron llevados a la fuerza como esclavos. A pesar de su atraso, estos pueblos índigos ocupan ante los poderes celestiales el mismo nivel de importancia que cualquier otra raza terrestre.

Existen muchos motivos buenos y suficientes que explican el plan de evolución de las razas de color en los mundos del espacio.

LA DISPERSIÓN DE LAS RAZAS DE COLOR

Las primeras razas de color fueron sometidas a una prueba extraordinaria, debido a los rigores y penalidades del período glacial en el cual se originaron (tercer glacial). Tan extendido estaba este glaciar en Asia que durante miles de años cortó la migración hacia Asia oriental. Tampoco les fue posible llegar a África hasta más tarde, cuando retrocedió el Mar Mediterráneo y sobrevino la elevación de Arabia.

Así pues, durante casi 100,000 años estas gentes se propagaron por las estribaciones entremezclándose hasta cierto punto, a pesar de la antipatía particular y a la vez natural que se manifestó, desde un principio, entre las distintas razas.

La India hospedó a la población más cosmopolita que jamás se haya encontrado sobre la faz de la tierra. Pero fue lamentable que esta mezcla llegara a comprender tal proporción de las razas verde, anaranjada e índiga. Estos pueblos secundarios hallaron más fácil y agradable la existencia en las tierras meridionales y muchos emigraron posteriormente al África. Los pueblos primarios, las razas superiores, evitaron la zona tropical; el hombre rojo se dirigió hacia el nordeste hasta Asia, seguido de cerca por el hombre amarillo, en tanto que la raza azul se desplazó a Europa hacia el noroeste.

El hombre rojo pronto comenzó a emigrar hacia el nordeste, pisándole los talones al hielo en retroceso, sorteando las tierras altas de la India y ocupando todo el nordeste de Asia. Fueron seguidos muy de cerca por las tribus amarillas, quienes, con el tiempo, llegaron a desplazarlos de Asia empujándolos a Norteamérica.

Las razas anaranjadas y azul, nunca llegaron a fraternizar plenamente con el hombre rojo y al poco tiempo se trasladaron hacia el sur hasta México y América Central, donde se juntaron más adelante con un grupo pequeño mezclado de amarillos y rojos. Todos estos pueblos cruzaron entre sí y fundaron una raza nueva y amalgamada que era mucho menos belicosa que los hombres rojos de sangre pura. En 5,000 años esta raza amalgamada se subdividió en tres grupos, estableciendo así las respectivas civilizaciones de México, Centroamérica y Sudamérica.

La raza amarilla sigue ocupando las regiones centrales de Asia oriental. Aunque el hombre amarillo tuvo de cuando en cuando sus guerras raciales, no se embarcó en guerras de exterminio tan incesantes e implacables como las que libraban los hombres rojos, verdes y anaranjados. Estas tres razas prácticamente se aniquilaron a sí mismas antes de ser arrasadas casi por completo por sus enemigos de las otras razas.

Durante el siguiente período interglacial esta nueva raza neandertal se expandió desde Inglaterra hasta la India. El resto de la cepa azul que había quedado en la antigua península pérsica se amalgamó más adelante con ciertas otras, principalmente la amarilla; y la mezcla resultante, que posteriormente fue algo mejorada por el influjo de la raza violeta, ha perdurado como las tribus nómadas morenas de los árabes modernos.

Las razas superiores buscaron los climas septentrionales o templados, en tanto que las razas anaranjada, verde e índiga tendieron a dirigirse hacia el África por el puente terrestre recién aparecido que separaba el Mediterráneo, en pleno retroceso hacia el oeste, del Océano Índico.

El hombre índigo fue el último de las gentes en emigrar del centro de origen racial. Más o menos en la época en que el hombre verde exterminaba a la raza anaranjada en Egipto debilitándose considerablemente en el proceso, comenzó el gran éxodo negro hacia el sur por Palestina, a lo largo de la costa; más adelante, cuando estos pueblos índigos de gran fuerza física invadieron a Egipto, exterminaron al hombre verde a pura fuerza de números.

Estas razas índigas absorbieron a los descendientes restantes del hombre anaranjado y a gran parte de la cepa del hombre verde; por ende, ciertas tribus índigas se mejoraron considerablemente por medio de esta amalgamación racial.

Así pues, parece que Egipto, en un principio, fue dominado por el hombre anaranjado y luego por el verde, seguido por el hombre índigo (negro), y aún más adelante, por una mezcla de hombres índigo, azul y verde modificado. Los hombres azules de Europa y las razas mestizas de Arabia habían expulsado a la raza índiga afuera de Egipto, a un territorio mucho más austral en el continente africano.

Al acercarse a su fin las migraciones, las razas verde y anaranjada ya no existen, el hombre rojo ocupa Norteamérica, el hombre amarillo, Asia oriental, el hombre azul, Europa, y la raza índiga ha ido a dar a África. La India alberga una mezcla de las cepas secundarias; y el hombre moreno, una mezcla de la raza roja y la amarilla, ocupa las islas frente a la costa asiática. Una raza amalgamada de potencial un tanto superior ocupa las tierras altas de Sudamérica.

Hace un poco más de 80,000 años, poco después de llegar el hombre rojo al noroeste de Norteamérica, la congelación de la superficie de los mares del norte y el avance de las capas locales de hielo en Groelandia obligaron a estos descendientes esquimales de los aborígenes a buscar una tierra mejor, un nuevo lugar de residencia; lo lograron, cruzando a salvo los estrechos angostos que separaban en este momento Groelandia de las masas terrestres del nordeste de Norteamérica. Alcanzaron el continente alrededor de dos mil cien años después de llegar el hombre rojo a Alaska. Posteriormente, una parte de la descendencia mestiza del hombre azul se desplazó hacia el oeste y se amalgamó con los esquimales más recientes y esta unión resultó ligeramente beneficiosa para las tribus esquimales.

ESQUEMA DE LA DISPERCION DEL COLOR DE LAS RAZAS

Año

Color

Lugar

Características

500,000

80,000

Rojo

Noroeste de India

Norteamérica

Grupo inteligente. Civilización y gobierno tribal. Monógama. Inventaron el arco y la flecha.

Emigran por el estrecho de Bering.

500,000

5,000

Amarillo

Asia

América Central

Abandonan la caza. Comunidades asentadas. Vida hogareña. Viven de la agricultura.

Emigran hacia México.

300,000

Azul

Europa

Inventan la lanza. Establecen las artes de la civilización moderna. Se desplazan y asientan en Europa. La raza blanca son los descendientes de la raza azul.

100,000

Naranja

Costa Africana

Gustan de construir. Apilan piedras.

100,000

Verde

1. Egipto

2. Oriental: India

3. Meridional:

África

1. Personas altas de 2.40 a 2.70 mts. Absorbidas por la raza indiga.

2. Oriental: India

3. Exterminados por los naranjas

80,000

Indiga o Negra

África Central

 

10,000

Violeta

Árabes

Tribus nómadas morenas. Árabes modernos.